La envidia es un gran defecto. A algunos, tan generosos y pródigos en tantas cosas, cuando les da por envidiar ganan campeonatos mundiales. De modo que resulta difícil que aplaudan el avance del vecino, que apoyen al que destaca, que premien con justicia al que crea fortuna, pensamiento, ciencia, técnica y recursos, pues, aunque saben de sobra que la creatividad y la victoria ajenas generan riqueza que aumentan el bien común, eso les importa menos que la irritación que sienten por el logro de los demás.
La envidia
es corta de
vista, pone bajuna la
vida, la bilis en
ebullición, es carifruncida,
empobrece y no
aplaude, porque, cuando se tienen
garras en vez
de manos, las uñas
como pezuñas impiden
el movimiento de
aclamación.
La envidia
es la hermana
jorobada y parricida
de la generosidad
Es tontilista, y resiente, es veneno para
el ánima.
de
la miseria general.
Y
una se
pregunta qué sería
del mundo sí, en
vez de amenazar,
Ningunear,
calumniar, insultar, enjuiciar
destructivamente, rebajar y
Acusar a
quien (se) envidia, el envidioso
se desprenderia de sus
Prejuicios,
su negatividad y
la mugre sarcástica
de su alma
y utilizara toda
esa energía en
mejorar su propia
vida, en amular al
Envidiado y
en tratar de
superar sus hazañas.
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