Se encontraban cuatro jóvenes amigos estudiando en una prestigiosa escuela de meditación en Japón. Aun se estaban acostumbrando a las normas de la escuela y se retaron a permanecer en silencio durante siete días seguidos. El primer día todos estuvieron callados hasta que llego la noche y todo a su alrededor oscureció. Las lamparas de aceite comenzaron a perder intensidad y uno de los jóvenes no pudo evitar decir a uno de los siervos. Rellena las lamparas de aceite.
¡Apenas podemos ver! Sorprendido, el segundo amigo le dijo "Pero...¿no se supone que no debíamos decir ni una palabra? "Mira que sois estúpidos
-Ninguno de los dos habéis respetado el silencio ni un día completo, intervino el tercer amigo.
-Pues yo soy el único que no ha dicho nada". Zanjo, orgulloso, el cuarto joven.
Este cuento zen nos enseña lo difícil que es, a veces, controlar las emociones e impulsos y los errores que terminamos cometiendo por ello.
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