Había una vez una zorra muy bromista que decidió invitar a una cigüeña a comer a su casa. La sorpresa llego cuando, al entrar la cigüeña en la residencia de la zorra y ver la mesa puesta se encontró con que había preparado una deliciosa sopa, pero que la había servido en platos llanos. Esta situación le suscito una gran preocupación ya que ella, dotada de un larguísimo pico, apenas podía probarla por mucho que lo intentara. Decepcionada la cigüeña pronto se dio cuenta de la broma de mal gusto que le estaba gastando la zorra, pero no dijo nada. Al contrario, a la primera oportunidad, la invito a su casa y entonces preparo un exquisito guiso que sirvió en un recipiente de cuello largo y estrecho, en que la raposa no pudo meter su hocico.
La zorra, muy avergonzada, no pudo mas que resignarse, mientras la cigüeña le decía: -Amiga me hiciste pasar hambre deliberadamente cuando me invitaste a tu casa, y hoy has recibido el mismo trato que me dispensaste.
Esta historia nos enseña que debemos tratar a los demás como deseas que hagan contigo y, si no lo haces, luego no te quejes de las consecuencias.
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