Había una vez un rey de Escocia que odiaba la violencia. No le gustaba la guerra y prefería quedarse en su castillo y leer junto a la chimenea. Por el contrario, la reina se ahogaba dentro del castillo y necesitaba salir para respirar el aire puro del campo y vivir aventuras. Un buen día los soldados pidieron al rey que los dirigiera en un combate para acabar con los problemas de una parte del reino y el soberano se puso muy nervioso. La reina, preocupada por su esposo le propuso ir ella al campo de batalla en lugar de el y así procedieron. Lo prepararon de tal forma que nadie se entero de que fue ella quien, disfrazada dirigió a los soldados en la batalla. Así, la reina gano la contienda y regreso a palacio a contarle a su esposo la victoria. Al día siguiente, cientos de soldados se dirigieron al palacio a honrar a su rey por la victoria sin saber que el merito era de su mujer. A partir de entonces siempre que había una batalla, la reina se vestía de rey y se iba a luchar. Nadie, ni siquiera sus cuatro hijos, se enteraron nunca de que su padre jamás lucho. Este cuento nos enseña que nadie tiene porque cumplir con las expectativas marcadas por los demás sino esta convencido de querer hacerlo.
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