Para todo hay una estación, y un tiempo para cada propósito bajo el cielo.
La felicidad y la pena son gemelas, deja que vengan y se vayan como las nubes.
Cada cual ha de remar con los remos de que dispone.
Que Dios me conceda serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, valor para cambiar las que puedo cambiar y sabiduría para conocer la diferencia.
El milagro no es volar por el aire, o caminar
sobre el agua, sino caminar sobre la tierra.
Fluye con lo que ocurra y deja libre tu mente. Permanece centrado por la aceptación
de lo que es. Eso es lo definitivo.
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