Una piedra se encontraba sola y encaramada en un picacho.
Tenia una vista preciosa y estaba rodeada de verde hierba y de una alfombra de flores.
Pero, viendo allá abajo a otras reunidas en un camino, decidió, dejar su soledad, abandonar la naturaleza y reunirse con ellas.
Se dejó rodar. Fue a partir de entonces cuando supo lo que es recibir patadas por los transeúntes, ser pisoteada por los cascos de los caballos, enfangada por el estiércol,
golpeada por las ruedas de los carros.
De nada le sirvió volver la mirada hacia arriba.
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