Había una vez un gato, armau con un cuchillo de buenas dimensiones, que corría como alma que lleva el diablo.
Esto ocurría en Josa (Teruel), un pueblo tranquilo y de pocos vecinos, sobre todo fuera del verano, un pueblo donde hay más gatos que personas.
El felino, con su cuchillo en la boca, al girar por una calle, se encontró con unos vecinos tomando el fresco, se asustó y le cayó el "arma", pero no lo dejó, se entretuvo lamiéndolo por ambos lados. Por lo visto los restos eran lo suficiente buenos como para desperdiciarlos.
Una vez " limpio" el cuchillo, el animal desapareció. Los vecinos hicieron sus cábalas.
¿A quien se lo habría robau?. ¿Qué estaría
cortando el dueño del cuchillo?.
Uno de ellos, vecino temporal del pueblo, contó
la anécdota a todos los vecinos del lugar, no
sólo como lo extraño del caso, si no sobre todo para ver si podía dar con el dueño del cuchillo, que se debería estar volviéndose loco
buscándolo.
¡Quizá, incluso, pensando en brujería!
Pasaron los días, ya todo el pueblo sabía el
hecho, pero no era así, ya que el dueño, como ocurre muchas veces, no se había enterau.
Y unos días más tarde, otra casualidad, el dueño del cuchillo, del mismo vecindario del testimonio, le cuenta a éste el hecho de la desaparición del cuchillo cuando había terminado de cortar jamón unos días atrás.
Y como tres días después de la desaparición,
subiendo del huerto, otra vecina le dijo:
mira qué cosa más rara, un cuchillo en ésta
ventana. A lo que él dijo: pero si este cuchillo
es el que me desapareció a mí hace tres días.
Una vez aclarados todos los enigmas de caso,
y una vez el dueño del cuchillo tranquilo, tuvo
que volverse a explicar al resto del pueblo que el caso del gato con el cuchillo estaba
resuelto.
Moraleja: por cosas raras que uno puede ver
en esta vida, no se pueden emitir juicios prematuros, todo tiene una explicación, por rara que parezca, como la presente.
De todas formas, raro si que lo es el caso.
No es ni frecuente ni verosímil que un gato
aparezca en una calle con un cuchillo en la
boca y corriendo.
Casi parece imposible cómo podía sostenerlo,
pero se ve que el hambre es un acicate tan
fuerte cómo para que un animal haga tamañas aventuras. ¡Ya dicen que nada espabila más
que el hambre!.
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