Caminaba por la gran ciudad, siguiendo infinidad de rayados y de luces, y pensaba que los hombres somos como una manada de ganado, que todos los días hacemos lo mismo.
Ya no somos capaces de volar,
de ser creadores de nuestros actos.
Es necesario asumirnos interiormente, meditar y
contemplar para que tome alas ese espíritu enjaulado.
Hemos preferido el ruido y las prisas y estamos atrapados en la red.
Somos los reyes de la tierra, pero sentimos que hemos perdido la corona,
que alguien ha cortado nuestras alas, que han
congelado nuestro corazón, que han drogado nuestra voluntad, que han envenenado nuestra mente.
Nuestro corazón puede morirse por falta de aire, de agua, de tierra o de fuego, y nuestro destino puede terminar de oscurecerse si una luz no viene en nuestra ayuda.
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