El aire que silencioso cruza los cielos, que da vida al hombre y a las plantas, es mi continuo acompañante y yo ni siquiera me doy cuenta.
El llega hasta mis pulmones y hace que la vida se riegue por mi cuerpo, a la vez que purifica mi sangre y oxigena mi cerebro, y yo apenas soy consciente de esta realidad.
Me dan un regalo y me desvivo en atenciones,
y todos los días me dan el regalo del aire para que la vida continúe su camino y ni siquiera se me ocurre pensar en semejante milagro.
Cuando siento la brisa de la tarde en mi rostro, cuando respiro hondo y profundo para
atraer a mis pulmones toda la energía del aire; cuando veo el movimiento de las nubes
y siento que las corrientes de aire nos traerán
las lluvias y la vida se renovará sobre la tierra, me doy cuenta que formo parte de una
obra perfecta que debo ayudar a conservar.
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