Un día, un sabio indio preguntó a los discípulos que se habían reunido en su casa para escucharle:
"¿Por qué las personas se gritan cuando están enfadadas?"
Uno de ellos le contestó: Gritamos porque perdemos la calma" Según otro muchacho,
"lo hacemos para que la otra persona nos oiga bien".
Pero como ninguna respuesta le convencía el maestro les explicó la teoría.
"Cuando dos personas están enojadas, sus corazones se alejan mucho. Por eso veréis que
tienen que gritar mucho porque si no, apenas se oirían."
Mientras todos pensaban sobre este asunto, les lanzó esta otra reflexión:
"¿Y qué les sucede a dos personas enamoradas? Pues que, en lugar de gritar, hablan suavemente. ¿Por qué?
Porque sus corazones están muy cerca y las palabras apenas recorren un cortísimo trayecto.
Fijaos en una cosa: cuando la relación es aún más estrecha, los amantes ni siquiera susurran
con sólo mirarse ya se entienden."
Para concluir su charla, el pensador les recomendó:
Pensadlo bien. Cuando discutáis, no permitáis
que vuestros corazones se alejen. Y, sobre todo, no pronunciéis palabras que os aparten
aún más, porque llegará un momento en que la distancia será tanta que no hallaréis el camino de vuelta".
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