En cierta ocasión, los animales estaban llenos de envidia y de enfado.
La razón era que los hombres disfrutaban del domingo, y ellos no.
Esa discriminación no podía continuar.
Había que cambiar la situación. Se reunieron
en un claro del bosque para deliberar cómo podrían tener domingos.
El león dijo:
-Es muy sencillo. Todo consiste en tener una buena comida. Yo pido para mí un buen antílope cada domingo.
El pavo real tomó la palabra y dijo:
-¡Comida...! ¡Que vulgaridad...!Lo importante es tener un buen traje de fiesta. Yo pido para
mi un modelo de alta costura.
La tortuga protestó:
-Pero ¿adónde vais con eso? Lo que hace falta es mucho descanso. Dormir todo lo que
uno quiera y estar tranquilo.
Por su parte, el mono pidió
-Lo que hace falta es un árbol bien alto para
poder trepar y jugar todos los compañeros,
persiguiéndonos unos a otros saltando por las
lianas.
Quiso intervenir el jilguero, en nombre de todos los cantores, y dijo:
-Así nunca llegaremos a ningún lado.
Lo que se necesita es silencio para que podamos armonizar nuestras voces y cantar una bella sinfonía al amanecer, al mediodía y
al ponerse el sol.
Cada animal iba expresando sus deseos.
El buen Dios se los concedía todos. Y,a pesar
de todo, para los animales no era domingo.
Y los hombres sonreían diciendo:
-¡Qué ingenuos son los animales...!No saben que sólo hay domingo cuando se puede hablar con Dios como se habla con un amigo
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