Cuando llego el otoño y esta manifestó el deseo de regresar a su casa, tanto la hija como su yerno trataron de convencerla para que se quedara.
-Tengo que marcharme- repuso ella, sin embargó,- es probable que no viva ya mucho tiempo y deseo que me entierren en el cementerio de mi ciudad.
-Pero, mamá- insistió mi amiga-, si es por eso,
también aqui tenemos un cementerio muy bonito.
-¿A quí?- exclamó la señora, alarmada--¿Acaso
crees que me apetece que mis restos descansen
en un lugar que no conozco a una sola alma?
Dimelo, puede que me olvide. Enseñame tal vez
lo recuerde Comprométeme, asi lo entenderé.
Andre Gide era un hombre que generalmente
hablaba poco. El explicaba el motivo asi:
"Se necesita ingenio para hablar bien, pero para escuchar bien basta la inteligencia".
Muchos buscan la felicidad como otros buscan
el sombrero: lo llevan encima y no se dan
cuenta.
-¡Camarero! ¡Me ha caido una mosca en la sopa! ¿Que significa esto?
-Aqui me han empleado como camarero, señor, no como adivino.
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