En una pescaderia:
-¿Quiere usted ponerme una docena de ostras
que estén bien frescas?
-Si, señora.
Que no sean muy grandes, ¿eh?
-Perfectamente.
¡Tampoco yaya usted a escogerlas que sean una exageración de pequeñas!
-Descuide la señora.
-Que no tengan muy gruesa la concha.
-Bien.
-Pero, sobre todo, ¡que no esten saladas, por Dios!
El pescadero, fastidiado de tal tabarra:
-Bueno, diga usted, señora: ¿las quiere usted
con perlas o sin ellas?
Despues de heridas sus cuerdas se sabe lo que es un arpa;
y es también despues de herida cuando se conoce un alma.
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