Si lo que sentimos acerca de las cosas es lo que nos atormenta, mas que las cosas en si mismas,
resulta absurdo culpar a los demas.
Por consiguiente, cuando sufrimos un revés, una
molestia o una afliccion, no les echemos la culpa a los demas, sino a nuestra propia actitud.
La gente mezquina suele reprochar a los demas su
propio infortunio. La mayoria de la gente se lo reprocha a si misma. Quienes se consagran a una
vida de sabiduria comprenden que el impulso de
culpar a algo o a alguien es una necedad, que nada se gana con culpar, ya sea a los demas o a
uno mismo.
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