Una anciana que estaba enferma de la vista llamo a un medico con la promesa de pagarle generosamente si conseguía curarla. Al día siguiente este se presento en su casa, le preparo unas gotas y le dijo que iría a su casa cada semana a echárselas en los ojos.
Sucedió que cada vez que le ponía las gotas, la mujer no podía abrir los ojos durante varias horas y el avaricioso curandero aprovechaba para llevarse algún objeto de la casa. Cuando ya no quedo ningún mueble en el domicilio de la señora termino también la cura y el medico reclamo el salario convenido
La mujer entonces se negó a pagar y el doctor la llevo ante la justicia.
Ya en el estrado, la anciana declaro que en efecto le habia prometido al medico pagarle por sus servicios al finalizar el tratamiento si le curaba la vista, pero la verdad era que después de la cura del doctor había empeorado.
¿Y como sabe usted que ha empeorado le pregunto el juez?
Pues porque antes veía todos los muebles que había en mi casa y podía palparlos y ahora no veo ninguno.
Esta fabula de Esopo nos recuerda que cuando actuas con daño, en tu contra vuelve el daño.
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