Había una vez un gusano y un escarabajo que, a pesar de sus diferencias, eran grandes amigos. Un día, la compañera del escarabajo empezó a cuestionarle la amistad hacia el gusano. Tal fue su insistencia que el escarabajo decidió poner a prueba la amistad alejándose un tiempo para esperar que el gusano no lo buscara.
Paso el tiempo y se entero, a través de una abeja, de que el gusano se estaba muriendo por tanto esfuerzo, ya que cada día emprendía un largo camino para llegar hasta su amigo.
El escarabajo decidió ir a visitarlo y, al reencontrarse, el gusano, ya muy débil, le dijo cuanto se alegraba de ver que estaba bien. Sonrió por ultima vez y se despidió de su amigo, sabiendo que nada malo le había pasado.
El escarabajo, avergonzado por haber confiado su amistad en otros oídos que no eran los suyos, entendió que el gusano a pesar de ser tan diferente a el era su fiel amigo.
Y, sobre todo, aprendió que el tiempo y la distancia no destruyen una amistad, son las dudas y nuestros temores lo que mas nos afecta.
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