El monje se puso en marcha rápidamente. Pero a mitad de camino se encontró con un herido que pedía ayuda. El monje le explico que no podía detenerse que Dios lo esperaba lejos, antes de atardecer, y que volvería apenas encontrase a Dios y continuo su marcha.
Horas mas tarde, cuando todavía brillaba el sol, el monje llego a la cima de la montaña y se puso a buscar a Dios.
Pero Dios no estaba. Dios se había ido a ayudar al herido con el que poco antes se había cruzado.
O quizá Dios era el mismo herido que le había pedido ayuda.
El que busca a Dios y desprecia el hermano no encontrara a Dios ni en el cielo ni en la tierra, ni en este mundo ni en el otro.
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