Hay que fundar la Sociedad de la Sonrisa Gratuita. Solo habría una obligación: sonreír a todo aquel que se cruce con nosotros en calles y autobuses, ascensores y bares. Al principio seriamos sospechosos: ese tío algo buscara. Pero cuando vieran que no es así, la sonrisa se contagiaría y todos respirarían confianza y amor.
Una taquillera del metro entrego a un viajero la vuelta del dinero que la víspera había olvidado devolverle otra compañera.
¿Y como sabe que soy yo? pregunto el pasajero: "Muy sencillo mi compañera me dijo: dale el cambio a ese señor que todas las mañanas sonríe y dice buenos días". Aun recuerdo la sonrisa de una taquillera cuando volviendo de la misa de gallo le felicite las Navidades.
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