Cierta noche un ladrón trataba de entrar por la ventana de la casa que intentaba robar, cuando cayo al suelo y se fracturo la pierna al romperse el alfeizar. Fue al juzgado para demandar al dueño de la vivienda y este ultimo dijo: "Demandad al carpintero que coloco la ventana".
El carpintero se excuso diciendo. "El constructor no hizo correctamente el hueco para la ventana". Cuando compareció el constructor, este dijo: "Mi falta fue causada por una hermosa mujer que pasaba mientras yo trabajaba en la ventana". La mujer fue hallada y dijo: "Llevaba puesto un hermoso vestido aquel día. Normalmente nadie me mira. La culpa es del vestido que estaba astutamente teñido con franjas jaspeadas".
"Ahora tenemos al culpable - zanjo ya cansado el juez- Llamad al hombre que realizo el teñido y será considerado responsable por el daño sufrido en la pierna del ladrón".
Cuando lo encontraron resulto ser el esposo de la mujer, que era... ¡el mismo ladrón! Esta historia nos enseña que culpar a los demás es una forma fácil de no asumir la propia responsabilidad. Y es que , si no nos hacemos cargo de nuestros errores, las cosas pueden acabar volviéndose en nuestra contra.
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