Un día se fue a confesar una mujer, muy aficionada a murmurar. El confesor la escucho y le dijo: "Como penitencia, coge una gallina y recorre las calles del barrio, arrancando lentamente las plumas y soltándolas al viento poco a poco. Luego regresa otra vez a mi".
La mujer obedeció. Cuando volvió al confesor, este le dijo: "La penitencia no ha concluido Ahora debes volver a andar por las calles y recoger todas las plumas que has sembrado". "Es imposible"-contesto la mujer-. "Así es la murmuración respondió el confesor. Tu la esparces alocadamente, y no te das cuenta de que algunas personas van a sufrir un daño irreparable".
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