En una solitaria playa, una almeja se disponía a abrir sus conchas para refrescarse al sol cuando, cuando de repente, una hambrienta gaviota que sobrevolaba la arena se abalanzo sin piedad sobre ella.. Sin embargo, la almeja fue más rápida que se cerró de golpe, atrapando el pico del ave, que no paraba de intentar en zafarse, moviendo las alas aceleradamente
¡Suéltame ya o morirás aquí derretida al sol!
Le dijo, muy rabiosa la gaviota. ¿Yo derretida?
Tu deja de picarme o te aseguro que no podrás salir nunca de aquí y ya verás cuál de las dos muere antes-le contesto aún más enfadada la almeja. Y, como ninguna de las dos cedía, se pasaron un buen rato discutiendo hasta que un pescador que pasaba por allí, al ver a la gaviota y a la almeja inmovilizadas, las atrapo y se las llevo a las dos a casa como cena para esa misma noche.
Esta historia nos enseña que, en ocasiones, la terquedad no sirve para nada. Y es que, si en una disputa ninguno decide ceder, todos pueden acabar mal parados.
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