En una cacerola derrita la inercia, la amargura y el tedio. Unte bien con mucha risa, especialmente sobre las propias tragedias.
En bol aparte, pele y corte en tiras la ansiedad, pique fino el egoísmo, ponga en remojo el yo hasta que se macere, pero cuide de no derretirlo enteramente.
El rencor aplástelo contra una tabla, trocee el reproche y la envidia. Tire a la basura el pellejo, y la pereza para pensar, la vanidad de no cometer errores y la cobardía de no admitirlo.
Deje largo rato bajo la canilla, hasta que se vayan por el sumidero, el remordimiento por el pasado, la culpabilidad por el presente y el miedo por el futuro.
Amase todo con cordura.
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