Dos amigos recorrían el Camino de Santiago.
Un día, quizá por el cansancio, el sol y el polvo, uno de ellos pegó un empujón al otro.
El empujado se paró y en la arena escribió:
"Hoy mi verdadero amigo me empujó"
Pasaron las jornadas de caminata y, quien en
su día fue empujado, estaba a punto de ahogarse en un río bravo.
Sin pensárselo, su amigo se lanzó y le salvó.
Acto seguido, escribió:
"Hoy mi verdadero amigo me salvó la vida."
Pero esta vez lo grabó con una navaja en la
piedra.
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