Un hombre que sufría ataques de ira estaba ya harto de esta situación y un día decidió
solucionar su problema.
Para ello, fue en busca de un viejo sabio que
conocía como nadie los secretos del alma humana.
Cuando estuvo ante él, le dijo:
"Señor, tengo fuertes arranques de ira que están arruinando mi vida. Sé que es mi carácter, pero estoy dispuesto a hacer lo que
usted me recomiende para cambiar".
"Puedo hacerme una idea de lo que te sucede
pero, para ayudarte, la próxima vez que te invada la ira, deberás venir corriendo para
mostrármela." le ordenó el sabio.
Tras unos días de calma, el hombre volvió a
cómo la ira se apoderaba de él y salió a toda prisa a ver al anciano.
Pero, como vivía en lo alto de una colina,
tardó más de media hora en llegar.
Cuando estuvo ante él, ya se le había pasado
el ataque. Y así sucedió una y otra vez,
pues cuanto más corría, más agotado y menos
enfurecido llegaba ante el sabio.
Un día llegó superagotado y el venerable
anciano sentenció: "Creo que me has tomado
el pelo. Si la ira formase parte de ti, podrías
enseñármela. No es tuya. Te atrapa en cualquier sitio y luego te abandona. Así que
la solución a tu problema es fácil: la próxima
vez que quiera apoderarse de ti, ignórala".
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