Cada vez que en la tierra hacemos la experiencia del bien, de la felicidad, de la amistad, de la paz y del amor, ya estamos viviendo, de forma precaria, pero real, la realidad del cielo.
La felicidad no es una meta, está en el camino. La tierra se hizo redonda para que nunca encontráramos el final.
El dolor te da mucha escuela y te ayuda a ser mejor.
Forma parte del crecimiento.
Estos pensamientos me los ha traído mi amiga Irene, que me ayuda a recopilar tanto pensamientos como cuentos que me resultan tan instructivos, sin ella lo que escribo no sería lo mismo.
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