Enciende la luz de la sabiduría y la bondad,
que son tu luz interior.
Dedica algunos momentos del día a la meditación, que el hombre iluminado no halla
oscuridad en su camino.
Por donde pasa la luz que irradia de sí, ilumina a todos los que están cerca.
Entra en tu interior, y escucha la voz de la conciencia, la voz silenciosa de Dios que habla desde dentro de ti.
¡No te desanimes nunca!
Aunque tu dolor parezca insoportable y sin
remedio, algún día terminará y la alegría volverá a despejar tu corazón.
No hay noche eterna, a la que no le esté
prometida la luz de un día fulgurante.
De las penas de ayer, apenas recordamos una
ligera sombra.
Lo mismo sucederá mañana con los sufrimientos
de hoy.
Entrega todo en las manos del tiempo que, con su alma compasiva, mitigará tus dolores.
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