Enseña a tus alumnos a reflexionar y pensar por ellos mismos, porque el que con lo ajeno se viste, en la calle lo desvisten.
Trabaja con cada uno de tus alumnos sobre la de sus cualidades, porque cada niño es cera y se hará de él lo que se quiera.
No humilles nunca a ningún alumno delante de los demás, por lo de que serás tratado como hayas tratado a los demás.
Enseña a tus alumnos a superarse cada día venciendo sus limitaciones y fracasos, pero si aprender es amargura, el fruto será dulzura.
Escucha las opiniones de tus alumnos, porque
alumno que no duda, no sabrá jamás cosa alguna.
Plantea tus enseñanzas sobre la base del convencimiento, el diálogo y los valores, porque con dulzura y amor, se enseña mejor.
Consigue que tus alumnos sean, después de sus padres, tus mejores amigos, porque amistades que son ciertas, tendrán siempre las puertas abiertas.
Entusiasma a tus alumnos en los valores del hombre y de la naturaleza, porque de la abundancia del corazón hablarás tú.
De vez en cuando motiva a tus alumnos a que hagan de profesores con sus mismos compañeros, porque a quien a otros adiestra,
así mismo se amaestra.
Estate dispuesto a escuchar tanto como a hablar, a dar más que a recibir, a comprender
más que a ser comprendido, porque pensando mucho y corrigiendo más, buena tu obra sacarás.
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