"Un hombre tenia dos hijos, y el mayor de ellos..."se metió en asuntos de droga, se hizo adicto y acabó por marcharse de casa llevándose lo que no era suyo; lo malgastó y enfermó de sida.
De vez en cuando le rondaba la idea del retorno, pero la desechaba, unas veces por temor a ser mal recibido, otras porque no se sentía capaz de volver a una vida ordenada; le faltaba voluntad para ello.
Un año cuando se acercaba la Pascua, se animó a escribir a sus padres y hermanos.
Les pedía perdón por lo que había sucedido,
les decía que no se atrevía a volver, pero que
lo estaba deseando con toda su vida rota.
Si estáis dispuestos a acogerme, les decía,
"atad un pañuelo blanco en el árbol que hay
delante de casa, junto a la vía del tren.
Si veo el pañuelo blanco, me bajaré en la estación. Si no, aceptare y comprenderé vuestra
decisión y continuaré mi viaje"
Desde el tren imaginaba el árbol tan familiar,
con un pañuelo blanco atado quizá en el extremo de aquella rama que se acercaba a la via y por la que tantas veces se había encaramado y gateado de niño.
Pero también se imaginaba el árbol totalmente
desnudo y silencioso, y se le helaba el corazón
Cuando el tren pasó aminorando la marcha frente a su casa, contemplo el viejo árbol transformado; blanqueaba repleto de pañuelos
que los suyos habían colgado de sus ramas.
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