Un hombre estaba haciendo trabajos de reforma en su casa y, al disponerse a cambiar una pared de madera, se dio cuenta de que, en
un hueco, había una lagartija completamente inmóvil. Se detuvo a contemplarla mejor y descubrió el motivo de su inquietante inmovilidad: tenía la pata atravesada por un clavo y, por la pinta que tenia la extremidad, eso sucedía hacía mucho tiempo.
El caso de la lagartija atrapada se convirtió en un misterio, porque ¿cómo había logrado sobrevivir el pequeño reptil sin la posibilidad de moverse ni unos centímetros para atrapar
pequeños animalitos?
Así que el hombre decidió investigar a fondo para hallar respuesta al enigma.
Se pasó toda la mañana observando el hueco donde se escondía el animalito y de pronto, vio cómo otra lagartija se acercaba hasta ella
con un trozo de comida en la boca para alimentar al reptil prisionero.
El hombre quedó aturdido y emocionado al mismo tiempo con lo que había descubierto.
Si había una prueba de amor sobre la superficie de la tierra, era ésta.
Si una criatura tan pequeña puede llegar a amar con tal intensidad a otro ser, qué no podriamos conseguir los humanos si lo hicieramos con la misma intensidad y pasión.
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