Un sabio indio tenía un amigo íntimo en una ciudad donde la gente tenía fama de ser muy tacaña.
El sabio decidió visitar a su amigo para comprobar de primera mano el motivo de dicha fama. Y así lo hizo.
Mientras ambos visitaban la ciudad tacaña, el
sabio indio atraía la atención con su cara oscura color chocolate, su negra barba y su turbante amarillo. Y el lugareño caminaba a su lado, orgulloso de tener un amigo tan exótico. De repente, mientras paseaban, el indio
se detuvo en medio de una gran avenida y dijo
-Por casualidad, ¿oyes tú lo que estoy oyendo yo? El lugareño, un tanto sorprendido, aguzó el oído todo lo que pudo, pero confesó que no oía más que el ruido del tráfico y de la gente que pasaba.
-Por aquí cerca hay un grillo cantando- dijo el indio, seguro de sí mismo.
-Te equivocas, contestó el lugareño. Yo solo oigo el trafico de los coches y el ruido de la
ciudad. Además, ¿qué iba a hacer un grillo por aquí?
-Estoy completamente seguro. Oigo el canto de
un grillo respondió el indio.
Y, sin pensarlo más se puso a buscar entre las
hojas de algunos arbustos y en los ramilletes
de flores de los quioscos.
Al poco rato señaló al amigo, que lo miraba sin dar crédito a sus ojos, un pequeño insecto,
un magnifico ejemplar de grillo cantarín camuflado entre las hojas verdes y rezongando contra quienes venían a estorbar su magnifico concierto.
-¿Ves como era un grillo?- dijo el sabio indio.
-Tienes razón -admitió el lugareño-. Vosotros, los indios, tenéis el oído mucho más finos que
nosotros...
Te equivocas -replicó el sabio indio sonriendo-
Fíjate- y el indio sacó una pequeña moneda del bolsillo y, como por descuido, la dejó caer
en la acera. Enseguida le echaron el ojo cuatro o cinco personas.
-¿Has visto?- replicó el indio-.La moneda, al caer, ha hecho un sonido más débil y tenue que el canto del grillo. Y,sin embargo,
¿te has dado cuenta de cómo lo han oído?
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