Un anciano que se había quedado viudo vivía solo. Toda su vida se había esforzado en trabajar duro, pero la mala suerte lo había arrastrado a la ruina. Tenia tres hijos varones, pero los tres estaban casados y apenas tenían tiempo para visitar a su padre de vez en cuando.
"Ahora que es cuando mas los necesito, no quieren estar conmigo. Tienen miedo de que me acabe convirtiendo en una carga enojosa, pensaba el buen hombre. Así, pasaba las noches en vela hasta que ideo un plan para cambiar esta desagradable situación. Lleno a rebosar un cofre de vidrios rotos, le puso un candado y lo metió debajo de su mesa. Cuando sus hijos lo visitaron, se quedaron asombrados y le preguntaron que había dentro.
Nada "Solo algunas cosas que he ido atesorando", respondió el anciano. Los muchachos se miraron entre ellos y, apartándose del padre, comentaron: El cofre debe de estar lleno de oro" Así decidieron turnarse para cuidar al padre y vigilar de cerca el tesoro. El día que falleció el anciano, abrieron el cofre y solo encontraron vidrios rotos.
Todo fueron lamentos, pero el menor de los hermanos confeso: Estoy avergonzado de nosotros.
Le obligamos a mentirnos para que cumpliésemos con el deber de cuidarlo".
No hay comentarios:
Publicar un comentario