Hay dos días en cada semana que no deben preocuparnos, dos días que no deben causarnos ni tormento ni miedo.
Uno es ayer con sus errores e inquietudes, con sus flaquezas y desvíos, con sus penas y tribulaciones Ayer se marcho para siempre y esta ya fuera de nuestro alcance.
Ni siquiera el poder de todo el oro del mundo podría devolvernos el ayer. No podremos deshacer ninguna de las cosas que ayer hicimos no podremos borrar ni una sola palabra de las que ayer dijimos Ayer se marcho para no volver.
El otro día que no debe preocuparnos es el mañana con sus posibles adversidades dificultades y vicisitudes con sus halagadoras promesas o lúgubres decepciones. Mañana esta fuera de nuestro alcance inmediato. Mañana saldrá el sol, ya para resplandecer en un cielo o para esconderse tras densas nubes, pero saldrá. Hasta que no salga no podemos disponer de mañana porque todavía mañana esta por nacer.
Solo nos resta un día, hoy. Cualquier persona puede confrontar las refriegas de un solo día y mantenerse en paz. Cuando agregamos las cargas de esas dos eternidades, ayer y mañana, es cuando caemos en la brega y nos inquietamos.
No son las cosas de hoy las que nos vuelven locos, Lo que nos enloquece y nos lanza al abismo es el remordimiento o la amargura por algo que aconteció ayer y el miedo por lo que sucederá mañana.
De suerte que nos conformaremos con vivir un solo día a la vez para mantenernos saludables y felices. Robert.1 Burdet.
(El Dia Dorado)
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