Amaras a tu hijo con todo tu corazón, alma y fuerzas, pero sabiamente con tu cerebro.
Veras en tu hijo una persona, y no un objeto de tu pertenencia.
No le exigirás amor y respeto, sino que trataras de ganártelos.
Cada vez que sus actos te hagan perder la paciencia, traerás a la memoria los tuyos , cuando tenias su edad.
Recuerda que tu ejemplo será mas elocuente que el mejor de tus sermones.
Piensa que tu hijo ve en ti un ser superior: no lo desilusiones.
Serás en el camino de su vida una señal que le impedirá tomar rumbos equivocados.
Le enseñaras a admirar la belleza, a practicar el bien y amar la verdad.
Brindaras atención a sus problemas cuando el considere que puedes ayudar a solucionarlos.
Le enseñaras con tu palabra y con tu ejemplo a amar a Dios sobre todas las cosas.
B. Perez
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