Cierto día, un hombre se cayo de una escalera y se hizo muchísimo daño. A pesar de los emplastos y de las pociones, el dolor le hacia sufrir terriblemente. Sus mejores enterados del incidente fueron a consolarle. -Vaya, pero si esto no es nada. Hubiera podido ser mucho peor!- dijo el primero nada mas entrar por el portal.
-Claro, deja de quejarte. Después de todo, no te has roto nada.-afirmo el segundo, restando importancia a la aparatosa caída.
-Si, si. Ya veras como muy pronto te vas a poner bien-, le repuso el tercero, animándole a que dejara de lamentarse.
En el colmo del dolor, el joven se puso a pegar alaridos.
!Salid todos de aquí ! abandonar esta habitación en el acto" Y, sin contemplaciones, exclamo "Madre, la próxima vez no dejes pasar a nadie a menos que se haya caído alguna vez de una escalera"
Y es que, a veces, intentando ayudar a alguien, sin querer empeoramos la situación si no hemos pasado por las mismas circunstancias.
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