Cuando el hombre ha vivido sin oracion, sin un trabajo verdadero, sin entrar jamas en su corazon, sin dirigir a Dios el rayo de su alma. ¡Como podra resignarse a morir!
La muerte lo aplasta y lo subleva, es una fuerza cruel, que llega a destrozar su marcha su voluntad y sus esperanzas.
La muerte lo arranca de este mundo, para nunca mas volver; la vida se rompe sin esperanza de recuperacion.
Lejos de recogerlo dulcemente en el eterno centro, la muerte lo destruye. La muerte es una nodriza afectuosa y severa cuando llega la hora, viene a decirnos,
"Señorito Henry, es hora de acostarse" nosotros nos defendemos un poco sin embargo sabemos bien que la hora del reposo ha llegado y, en el fondo de nuestro corazon es a este reposo a lo que aspiramos.
Henry. G. Wello.