Una tarde de otoño, un grupo de plañideras, a quienes como tales se les había pagado previamente, lloraban desconsoladamente la muerte de una de las hijas de un acaudalado hombre. La hermana de la fallecida, sorprendida por el espectáculo que estaban ofreciendo las mujeres en el velatorio familiar, se acerco a su madre y le pregunto.
-Querida madre ¿Cómo nosotras que hemos sufrido la desgracia en carne propia de la repentina perdida de mi bondadosa y amada hermana a penas si lloramos? Mira como esas mujeres lloronas, qué nunca la conocieron se deshacen en lastimeros llantos constantemente. Y la madre, que se encontraba rota de dolor, contesto, entre sollozos. -No te extrañes, hija mía esas mujeres a las que ves llorando sin apenas consuelo en realidad están llorando sin apenas con suelo no están llorando lagrimas, sino dinero. -No olvides nunca esto que te digo las monedas son las lagrimas del rico. Poderoso caballero es don dinero decía Quevedo. Y como bien muestra esta fabula de Esopo, en este mundo en el que vivimos, el dinero lo puede todo hasta convertir a sanos en sufrientes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario