Un anciano muy religioso viajaba de un monasterio a otro a lomos de una mula. El sol era tan implacable y el camino tan largo, que sus fuerzas se debilitaron y acabo perdiendo el conocimiento hasta caerse de la montura. Justo en es momento, pasaba por allí un bandolero tristemente celebre por sus muchas fechorías que, al verlo se apiado de el.
El bandido lo cogió entre sus brazos y trato de darle un poco de agua para reanimarle. De repente, el anciano volvió en si y reconoció al famoso bandolero, por lo que se sintió espantado y gritar.
-No, aceptare ninguna gota de agua ya que viniendo de un malhechor como tu seguro que esta envenenada.
-Quieres matarme y robarme a mi mula pero no lo conseguirás! -dijo.
-Te equivocas -contesto el bandolero. Mi agua es de manantial pura. Y fresca y pura te ayudara a reponerte.
-No esta envenenada repitió créeme anciano, que esta agua esta es muy sana y te dará la fuerzas que ahora necesitas sugirió el bandolero te digo que no la probare ni una sola gota.
Y negándose a beber el extenuado corazón del anciano fallo y le sobrevino la muerte.
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