La ira es una especie de locura porque nos hace darle máxima importancia a lo que no la tiene en absoluto.
No hay pasión mas sedienta de venganza que la ira y precisamente por eso es la menos adecuada para ejercerla. Precipitada e irreflexiva como cualquier otro ávido deseo, se impide así misma conseguir sus propósitos.
Nada peor que la ira para el que ha de administrar un castigo, los castigos cumplen mejor su función correctiva cuanto mas solido sea el juicio del que los impone.
Por eso la espada de la justicia no debe jamás caer en manos de un iracundo.
No creas ni por un momento que la ira es uno de los rasgos de la grandeza de espíritu, porque no es grandeza lo que produce, sino que mas bien provoca inflamación.
Que no te engañen las palabras de los iracundos, pues son espíritus cobardes que se escudan tras gritos y amenazas.
El mejor remedio para la ira es la demora cuando sientas que se te despierta la cólera no te olvides de perdonar sino de ejercitar el buen juicio.
Y no trates de deshacerte de ella de un tirón. Atácala por partes y la derrotaras.
Seneca
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