Un día una serpiente entró por accidente en un
taller de carpintería. Llevada por la curiosidad,
empezó a moverse con destreza entre las diferentes herramientas, a las que miraba con
asombro pero también con cierto recelo.
Tan pasmada estaba con esos extraños objetos
que veía, que resbaló y sin poder remediarlo rozó una sierra, que la dejó ligeramente herida
La serpiente, sorprendida, pensó que la sierra la había atacado y llena de rabia y de ira se volvió y la mordió. Y al hacerlo, se dañó gravemente la boca.
El animal, sin entender muy bien lo que estaba
sucediendo y totalmente convencida de que la
sierra queria matarla, decidió rodearla con todo su cuerpo para extrangularla y exprimirla
con todas sus fuerzas, pero al abrazar la hoja
de acero dentada de la sierra quedó tan malherida que acabó muriendo.
Los hombres, al igual que la serpiente, a veces,
reaccionamos con ira para herir a aquellos que de un modo u otro nos han perjudicado,
pero después de todo, y puede que demasiado
tarde, nos acabamos dando cuenta de que con
ello nos estamos lastimando también a nosotros
mismos. Por eso, en ocasiones, es mejor no
reaccionar para no sufrir consecuencias que
pueden llegar a ser muy dañinas.
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