Una mujer tenía un hijo muy joven que se puso enfermo.
El médico le dijo que para curarse debía tomarse una pócima a la vez que permanecer en ayuno durante una semana.
Pero el joven, que se encontraba en apariencia bien, era incapaz de ayunar un solo día pese a las firmes advertencias de su madre y de su médico.
Un día la mujer oyó hablar de un sabio que vivía en un lugar lejano y sin dudarlo fue a pedirle ayuda.
Tras encontrarlo, se sentó frente a él y le contó la situación.
-Vuelve dentro de una semana con tu hijo-le
dijo el sabio.
Una semana más tarde ella volvió a repetir el largo viaje esta vez acompañada de su hijo.
El sabio le dijo al joven:
-Tienes que saber que si no ayunas una semana, será peligroso para ti. Ahora pueden marcharse.
La mujer oyendo aquellas simples palabras quedó desconcertada. Había sospechado que aquel hombre utilizaría algún poder o ritual extraño que devolviera la salud a su hijo.
-¡Señor!- exclamó la mujer-, ihemos recorrido un largo viaje para visitarte y lo único que se le ocurre decir a mi hijo es algo que tanto yo como el médico ya le hemos repetido miles de veces !
No es lo mismo- respondió el sabio.
-¿Y cuál es la diferencia? -quiso saber la mujer.
La diferencia es que yo he estado ayunando esta semana.
Cuando regresaron a su pueblo, el joven guardó por propia voluntad una semana de ayuno, tomó la pócima y se curó.
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