Unas grullas que pasaban el día escarbando sobre terrenos en los que recientemente, un labrador había sembrado trigo.
Al darse cuenta de la fechoría, el labrador decidió asustarlas y ahuyentarlas para siempre haciendo ver que les disparaba con una honda vacía.
La artimaña funciono pero al poco tiempo ,las aves se dieron cuenta de se trataba de un simple truco, y sin ningún temor, siguieron escarbando y comiendo trigo en presencia del propio labrador.
Un día, harto de que las grullas estropearan sus campos y se comieran sus siembras, el hombre se planto, cargo su onda con muchas piedras y empezó a arrojarlas sin piedad a las aves comilonas.
Algunas de ellas cayeron bajo el impacto de las piedras, mientras que las demás, muertas de miedo,
abandonaron el terreno lamentándose.
Se oyó a una de ellas decir."Mejor vamos al campo del vecino, porque ese hombre ya no esta contento con asustarnos solamente, sino que nos acaba de enseñar el daño que nos puede hacer"
Esta fabula nos enseña una gran lección: que la acción siempre hace entender lo que las palabras no.
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